Tras 17 años, el equipo Cuba de béisbol, regresa a las semifinales de un torneo mundial, tras ganarle a Australia en cuartos de final del Clásico Mundial.
Por: Yordany Lugo López
La caballería cubana batalló y de qué manera para vencer a los australianos. Un partido rompecorazones y con la presión acelerada. Luego de 17 años, regresamos a una semifinal, estamos entre los cuatro mejores equipos del torneo. Suene la trompeta, hoy sobran motivos para celebrar. Casi 20 años, Gardel, para los amantes de la pelota en Cuba resulta un martirio. Miles de almas suspiraron en todos los rincones; el Team Asere ganó y en él confluye toda la cubanía en un torrente de bolas y strikes.
Desde un televisor en un cuarto universitario abarrotado en la Universidad Central saltaron de júbilo; así como en La Habana, Miami y hasta Japón como peregrinos rezaban al Dios del béisbol para ver a su país ganar. Nos volvimos a ilusionar. La victoria de cuatro carreras por tres refleja en gran medida la tensión vivida. Históricamente Cuba le ha ganado en doce ocasiones sin derrotas a los canguros, pero en siete ocasiones por ventaja de una rayita. Este encuentro fue testigo de la enconada rivalidad.
Ganó Romero, lo hizo de nuevo tras relevar a un Yariel Rodríguez con marcada tendencia al descontrol. Este guantanamero atrapa tensiones y devuelve por el brazo, sueños. ¡Qué coraje! Salimos debajo en el marcador, pero Moncada anda on fire y con un doblete puso a Roel en tercera, para que Luis Robert Jr. trajera la primera del partido. A la altura del tercer inning abrazados en el marcador.
El granmense Santos hacía una atrapada de lujo en la quinta entrada. Luego Despaigne con la casa llena impulsó una con fly de sacrificio y traía la ventaja parcial. El Grillo” pegaba hit y la mesa estaba servida para el santiaguero Guibert. A la hora buena, la avispa picó y remolcó a dos corredores. Cuatro carreras a una para empezar el último tercio del juego constituía una buena ventaja. Rixon Wingrove pensaba diferente y con enorme jonrón con un hombre en primera ponía el partido no apto para cardíacos. El error de Arruebaruena costaba, pero Roenis Elías se repuso.
En el Tokio Dome llegaba el turno de los cubanos más asiáticos. Moinelo se presentaba con una recta dura y cierta tendencia al descontrol. Dos bases por bolas ponían en vilo en la parte alta del octavo capítulo a la fanaticada cubana. Zaz, recta, curva, metió el brazo y dominó al australiano con una conexión de aire a las manos del jardinero derecho. El astro del box Martínez se redimió en el cierre en la tierra que lo ha encumbrado, recetando dos ponches a los mejores bateadores del equipo rival.
Lo podemos decir a viva voz, clasificamos a semifinales. Lograron la hombrada, este conjunto creció exponencialmente en el evento. El caimán sigue vivo, mordió al canguro y ahora espera por su próximo rival en Miami. Los sueños cuando se fraguan despiertos, tienen dosis de realismo mágico.
El amanecer en Cuba constituyó la luz irradiante de los muchachos en suelo nipón. Al alba el destino nos hizo un guiño. Lágrimas, sudor, añoranzas, sonrisas e insomnios catalizaron la mañana de miles de aficionados al béisbol cubano en cualquier latitud. Cuatro letras en el pecho de esa chamarreta simbolizan CUBA y se pronuncia ORGULLO. En la tierra de los mangas, unos mambises alzaron el machete en señal de victoria.