En los tiempos que corren, el llamado comic americano (con su correspondiente formato animado)[1] y el anime japonés han conquistado a los seguidores de este universo. Su consumo, así como la interrogante sobre cuál de ellos es superior en calidad, se hace cada día más persistente. Pero lo cierto es que comic y anime responden por separado a intereses diversos, incluso opuestos. Es válido mencionar que la animación ha ganado terreno en otros países como Francia, pero son estas dos propuestas anteriores las que han monopolizado el concepto. Al menos, en lo que compete a su difusión y participación activa en la industria del entretenimiento.
Aunque héroes como Superman y Goku difieren mucho en diseño y comportamiento, ambos han generado un número escandaloso de fanáticos para los productos que protagonizan. La representación de los personajes, la libertad en el dibujo o el reflejo de la realidad son parámetros que tienen comportamiento variado en las animaciones japonesas y gringas.[2]

Por una parte, tenemos al anime, cuya amplitud de públicos y temáticas evita que se le esquematice en un solo formato de consumo. Tal es así que existen no pocos géneros dentro del mismo tipo de animación. Sin embargo, el comic trasciende los públicos jóvenes mediante la creación de íconos y personajes arquetípicos que, a pesar de mantenerse alejados de la realidad, marcan hitos entre sus fans. Quienes buscan este mundo, donde todo es posible y válido como referente cultural, no solo esperan ser transportados a una dimensión diferente, sino también establecer vínculos.
De inicios trascendentales
Desde los años setenta comienza a desarrollarse este estilo en Japón y en 1988 alcanza la fama internacional con el filme Akira de Katsuhiro Otomo, la historia responde a lo que sería la línea cyberpunk. El reconocido Hayao Miyasaki no había despegado entre el público occidental. A pesar de haber realizado Nausicaa del Valle de los Vientos en 1982, no fue hasta más adelante que creó Estudios Ghibli junto a su colega Isao Takahata, la película se considera la primera del estudio. No obstante, hasta el lanzamiento de La princesa Mononoke en 1997 no hubo alcance de magnitud.
Fueron estos animes, junto a Ghost in the Shell de Mamoru Oshii en 1995, los que marcaron la larga y exitosa trayectoria de la animación japonesa, la cual continúa avanzando con un auge imparable. Al mismo tiempo, aparecieron las series de televisión y muchas de ellas han crecido con los jóvenes de esta generación, sin importar en que parte del mundo se encuentren. En función de la época o los dibujantes varía el diseño de personajes, pero con el tiempo cada género ha adquirido un modo de representación propio.

La fórmula de los mil rostros
Por ejemplo, el Nekketsu es un tipo de historia de acción protagonizada por un héroe (muchas veces antihéroe si se entiende desde la epicidad fijada por el canon occidental) que defiende valores como la amistad y la superación personal.

Ya es costumbre en este tipo de anime (y manga) que aparezcan fragmentos estilo chibi que enfatiza rasgos de manera exagerada, en ocasiones presenta a los personajes en formato pequeño, lo cual le aporta un tono de comedia a la serie. Este el caso de One Piece, donde, además, podemos enfocar al protagonista como antagónico del estereotipo creado para los héroes de las animaciones norteamericanas, principalmente las de MARVEL o DC que figuran como las más populares.
No es un secreto que ambos lados tienen superhéroes, pero es el estilo japonés el que ha sido realmente atrevido a la hora de desacralizarlos. Pues rompe con los moldes ancestrales del “deber ser”. Mientras el Capitán Marvel siempre está bien peinado, se comporta de manera correcta ante los códigos políticos y morales; Luffy bebe y come con desenfreno, está ridiculizado al punto de parecer un inútil. Estos estándares suelen repetirse con regularidad, aunque para ambos casos existen sus excepciones.
Entrando en calor
Tanto One Peace como la tan aclamada Naruto son productos catalogados como Shonen (joven en japonés), una de las variantes mejor recibidas por el público. Iniciaron su camino en la década de los 90 y hasta el día de hoy persisten o, en el caso de Naruto, su secuela, Boruto. Llega a parecer absurdo que conserve seguidores después de tanto estirar, pero la realidad demuestra que, una vez establecidos los vínculos emocionales con sus personajes, resulta difícil abandonarlos en su viaje. En mi opinión, gran parte de su éxito reside en la determinación y el esfuerzo como valores medulares para evolucionar. Estos rasgos son más identificables por el público al momento de establecer empatía o verse reflejados en la pantalla.

Entre los géneros que marcan tendencia en el anime se puede contar el Gore (Tokio Gohul o Deadman Wonderland), el postapocalíptico (Shingueki no kiojin), el steampunk (Fullmetal Alchemist) y el hentai. Este último es conocido dentro de Japón como Ero Anime y está dirigido al público mayor de edad por su contenido esencialmente sexual. Este estudio no alcanzaría para mencionar todos los tipos de anime y cómo cada uno de ellos encuentra su espacio en el mercado. Lo que sí ha quedado claro es la variedad que lo caracteriza.
Villanos y Féminas
Otro aspecto de interés es el rol de las féminas, una arista que también es más diversa en el caso del anime. Podemos encontrar heroínas fuertes e independientes como las de Miyasaki (San, Chihiro o Nausicaa), amas de casa enfrentándose a los conflictos más cotidianos o hermosas guerreras que luchan contra el mal como las de Sailor Moon. Muchas de estas últimas rivalizan con las posturas idealizadas americanas (Mujer Maravilla), las cuales oscilan en tres versiones: heroína, femme fatale o villana.

El tratamiento de los villanos es otro de los grandes logros del estilo americano, han conseguido convertirlos en complementos esenciales de cada héroe. En algunos casos, dotados de una mayor complejidad y carisma al punto de devorar la imagen del “protagonista” ante los ojos del espectador. Dos universos que se acercan al mismo tiempo que se distancian. Ambos desde su individualidad han alcanzado una audiencia impresionante.

El noveno arte
Al interior del comic (considerado el noveno arte) hay toda una gesta por la primacía, pero generalizando sus características pueden ser calificados como grupo. En ellos impresiona la libertad del dibujo y esta, a su vez, establece una retroalimentación contenido-forma. Permite darle al mismo personaje varios rostros dependiendo del ilustrador. Desde el terror psicológico hasta la típica historia del “malo” derrotado por el “bueno” a secas. Batman es una evidencia del rostro múltiple y versionado, según la mano que dibuje. Todo conectado, verdaderos universos que se tejen con el cuidado de un arquitecto, el atractivo es innegable, comenzaron a ser dibujados en los años treinta y aún aparecen adaptaciones novedosas en la pantalla.[3]

La anatomía de los héroes de comic suele ser exagerada y poco realista, al igual que las historias (Hulk, Wolverine, La Mujer Maravilla, etc.). El estilo tiende a ser monolítico, sin mayores cambios representativos, al contrario del anime o el manga que se inclinan más por la caricaturización. Las técnicas de dibujo se contraponen a la vista, pues los trazos, líneas y colores están excesivamente refinados en el caso del comic.
No hay edad para los “muñequitos”

Los eventos de Comic Con y Cosplay aumentan considerablemente cada año. No es difícil toparse con personas de cualquier edad que sean aficionados al tema. Su influencia en el público joven y su persistencia en los que crecieron soñando estos universos, convierte a los materiales mencionados algo más trascendente. No es un simple consumo o entretenimiento. Su alto nivel referencial y capacidad de evolución le valen varios estudios sociológicos de mercado.
[1] Entre los seguidores del comic book norteamericano se le llama “comic americano” a los materiales audiovisuales animados que se realizan con base en dichas historietas.
[2] Es importante decir que dentro de la animación japonesa hay muchas propuestas occidentales que imitan los modelos icónicos, una estrategia de mercado que ha funcionado muy bien. Se puede citar la colaboración de Marvel con Madhouse (Nippon Estudios), una serie llamada Marvel anime que permitió el incremento de ambos públicos.
[3] Cabe destacar que es más usual encontrar estos contrastes en el comic book que en las películas o series animadas.
¡Gracias por enlazar tu artículo con el mío sobre el ‘nekketsu’!
Un placer.