La acerola, una fruta que pocos conocen, ha captado recientemente la atención de la comunidad científica por su alta concentración en vitamina C, mayor incluso que la de los cítricos.
Visualmente muy parecida a la cereza, esta fruta posee un sabor agridulce y una textura carnosa, ideal para introducirla en cualquier dieta.
Así lo divulgó la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, destacando que es “una verdadera potencia nutricional”.
Detallan que es muy superior a la naranja o el limón, que contienen aproximadamente de 15 a 30 mg de vitamina C por cada 100 gramos.
Este nutriente resulta fundamental para el organismo, teniendo en cuenta que contribuye a la formación normal de colágeno.
Esto la hace, a su vez, clave para el funcionamiento de los vasos sanguíneos, huesos, cartílagos, encías, dientes y piel.
Ayuda también en el funcionamiento normal del sistema inmunitario, pues aporta hierro, calcio, fósforo, proteínas, grasas y vitaminas del grupo B, como la tiamina (vitamina B1) y la riboflavina (vitamina B2).
La acerola es ideal para el consumo después de las comidas como postre.
También se puede utilizar para preparar jugos, mermeladas, helados, compotas, gelatinas, dulces y licores.