Cecilia camina de un lugar a otro con prisa. «Alcánzame el teléfono». Llama. Habla. Se alarma. Cecilia está al frente de un consultorio de Alamar. Conoce los nombres y padecimientos de todos sus pacientes.

«Ella atiende una manzana muy grande», dice su hijo. Cecilia nació con la vocación de servir, de ayudar. Desde hace unas horas solo tiene algo en mente. Un joven de su zona resultó positivo al test de antígeno y estuvo, todo el día anterior, sentado esperando el transporte en el policlínico. Nadie pasó por él.

Me mira con ojos impacientes: «¡Imagina! Estaba solo ahí. Sintiéndose mal, con hambre, con sed, con ganas de ver a su mujer. A las siete de la noche de ese día aquel joven alto, colorado y saludable regresó a su casa, al lado de su esposa embarazada y de su hija de nueve años.

La guagua no pasó. No había capacidad para ese muchacho en los centros de aislamiento. La familia en cuestión llamó a su doctora de cabecera, Cecilia, a la mañana siguiente del resultado del test de antígeno y fue cuando la médica se puso en marcha.

«Le dije que volviera al policlínico. Había que insistir, él tenía que estar en un centro. Se debía realizar el protocolo. Hacerle PCR una vez llegado y el tratamiento correspondiente», comenta ella. El joven viró al policlínico. En esta ocasión el ómnibus solo recogió a dos de los cuatro pacientes que esperaban. Luego se rompió. Llamada tras llamada, conversación tras conversación, Cecilia finalmente se disculpa con la familia: «soy médica, pero hay cosas que se van de mis manos».


En la tarde, el padre y esposo fue trasladado al centro que le correspondía. Su mujer resultó positiva también al test de antígeno, Cecilia la remitió. La niña pequeña fue negativa.

Todo parecía haber quedado ahí.

Días más tarde Cecilia entra a la casa como un volcán. Se lava las manos, se quita su nasobuco, se para justo frente al ventilador y da la noticia: «llamaron hace poco a la madre de ese chico para decirle que había fallecido; murió ayer, hoy lo informaron y al consultorio no han comunicado nada».

Condolencias para sus familiares. La madre exalta supo que su hijo que quejaba de sentirse muy mal. «¡Es joven! Seguro no es nada. No te pasará nada», le explicaron allá.

Falta de organización. Cuidados que se pierden. Auxilio. Descontrol. Reanimación. ¿Quién recoge y quién atiende? Casi que no se puede. Esta vez no se pudo. Muchos cubanos ya. Fue inesperado…era joven y sano. Una parada sin regreso.

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