Emancipación es una palabra seductora, posee una carga netamente positiva en la historiografía ¿será por qué suena a libertad? En el imaginario popular el término escapa de conflictos conceptuales que lo neutralicen como deseo del ser. En esencia refiere toda aquella acción que permite a una persona (o grupo de personas) acceder a una autonomía en respuesta al cese ante determinada sujeción de autoridad.

Ahora, me interesa poner dos cartas sobre la mesa, por un lado, apelar a la evidente vinculación del tema con el movimiento femenino (o feminista, si se quiere radicalizar el enfoque) y, por otro, el irrebatible hecho de una representación contrahegemónica, la cual hasta el día de hoy no ha parado de ofrecernos nuevas lecturas.

La emancipación de la mujer carga el valor histórico de una imagen de libertad e igualdad, convertida en égida y punto de partida para muchas causas controversiales en el contexto moderno. Sin embargo, siempre ha sido síntoma de otras emancipaciones o extremidades oportunas de procesos políticos con prioridades anteriores a ella.

A pesar de la cruda lucha librada desde hace casi cuatro siglos, la subordinación ha sido la única manera de llegar a un estado “natural” en los derechos para el sujeto femenino. Es por esto que me resulta irónico el nexo asociativo directo en el individuo promedio, el cual rápidamente lanzará un cable desde emancipación hasta mujer cuando su psique evoque la primera palabra. El resultado es, en efecto, discursivo, existe demasiada “justicia verbal” de cara a estas cuestiones.

Aún en la actualidad la lucha contra el Patriarcado continúa. El Muro de Mujeres en el estado de Kerala, India, fue una movilización de 5,5 millones de mujeres en defensa de la igualdad de género y los valores progresistas del estado contra los ataques de la derecha. El muro cubrió 620 km del norte al sur del estado, 1 de enero de 2019.
Foto: Vyshakh T. Vyshakh T.

Sería ingenuo pensar que, incluso en términos generales, es una batalla finalizada. Pueblo, raza o nación se han mantenido como los arcanos mayores de una baraja donde las mujeres completan el mazo, sin considerar la posibilidad de una individualidad justa y muchas veces velada por los procesos insurreccionales.

Mientras la contradicción de clases se ha mantenido como un pilar primario, la contradicción de sexos ocupa otra posición en la lista. Es como ser invitadas a un proceso histórico que no encuentra superación real en estos intereses. En mi opinión, podría ser este aspecto el responsable de que los conflictos entre las diferentes líneas feministas y la agresividad notable en sus filas se vuelva denominador común de estos tiempos.

DESDE LA RAÍZ

Si nos acercamos un poco a la historia, se debe comenzar por Europa, pues Inglaterra y Francia mostraron los primeros vestigios de esta tendencia emancipadora, aunque en su momento fueron las féminas norteamericanas las que tomaron el hacha de guerra.

El sufragismo, fue, en cierto modo, la génesis, el eje sobre el que se trazaron luego otras demandas sociales por parte del sector femenino. El siglo XVIII trajo consigo al pensamiento ilustrado, con una base de la razón sobre sí misma sin prejuicios ni dogmatismos, sometida a una autocrítica constante (como todos sabemos, la Revolución Francesa fue su consecuencia directa, pero primero hablemos de las mujeres).

En este contexto los salones femeninos de la alta aristocracia se interesaron por lecturas diferentes, temas de política y justicia, abandonaron la exclusividad de los asuntos domésticos, se plantearon aspiraciones y necesidades; en otras palabras, apareció el germen.

Durante el último tercio de ese siglo el sector de las letradas e ilustradas se opuso con su intelecto a la profunda corriente masculina misógina que arrastraba la Baja Edad Media, enfrentaron a sus padres y hermanos, escribieron obras aseverando que solo la cultura y la historia, pero no la naturaleza, las hacía inferiores en comparación con los hombres.

Se realizó un tránsito de la protesta a la acción, en 1788 se elaboraron documentos pidiendo mejoras educativas para la población femenina, se denunció la instrucción insuficiente.

A raíz de tales necesidades el sector encontró en las revoluciones políticas, una oportunidad que les permitiera aspirar a una sociedad de mayor equidad.

Olimpia de Gouges, logró un acercamiento a los derechos de la mujer desde el punto de vista jurídico.

Con la llegada de la Revolución Francesa aparece Olimpia de Gouges (1748-1793), quien a partir de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano redacta una versión que reivindica a la mujer dentro del nuevo régimen. Por primera vez se logró un acercamiento a los derechos de la mujer desde el punto de vista jurídico.

Otra de las personalidades imprescindibles en esta historia fue la inglesa Mary Wollstonecraft, para cuando aparece su texto en 1792, “Vindicación de los derechos de la mujer”, ya habían cerrado los clubes en Francia. Su consideración como material fundacional del feminismo perdura:

“Ya es hora de que se haga una revolución en las costumbres femeninas, ya es hora de devolver a las mujeres su dignidad perdida, y que contribuyan en tanto que miembros de la especie humana, a la reforma del mundo, cambiando ellas mismas”.

Wollstonecraft, Mary. Vindicación de los derechos de la mujer, op. cit., p. 71.

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Bibliografía:

– Geneviéve Fraisse, “Los contratiempos de la emancipación de las mujeres”, Revista Pasajes, No.19, 2005.

– Sara Navas B., “Ensayos sobre la emancipación femenina”, Revista Chilena de Derecho, Vol. 7, 1980.

-Alfonso Torrres Carrillo, “Educación Popular y paradigmas emancipadores”, Pedagogía y Saberes, No. 30, Universidad Pedagógica Nacional. Facultad de Educación, 2009, Colombia, pp. 19- 32.

-Ingrid Astorga Torres y Francisca Aravena Burgos, La emancipación política-social de la mujer, Tesis de Maestría, Universidad de México, 2013.

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