Por Thalía Fuentes Puebla

La sarna humana, también conocida como escabiosis, es una condición en la piel que produce picazón, causada por pequeños parásitos. Se trasmite por contacto físico, y puede afectar a cualquier persona, sin importar la raza, edad o grado de higiene personal.

Aunque muchos conocen esos detalles médicos, contagiarse puede parecer lejano, más aún si eres de los que extrema las medidas higiénicas. Hace tres de semanas el doctor le diagnosticó sarna a mi hijo de dos años y medio. Probablemente se infectó en el círculo infantil. Desde enero que comenzó ha pasado por varias enfermedades contagiosas, sobre todo, respiratorias.

Lo que podría parecer un problema menor se complejizó cuando el médico orientó el tratamiento: permetrina en crema para el niño porque es demasiado pequeño, y lo mismo para los adultos que también nos infectamos, o benzoato de bencilo, una opción más rápida y eficaz.

Ante la ausencia de estos medicamentos en la farmacia me tocó acudir como otras veces a la “otra farmacia”, el grupo de Telegram que ostenta este nombre. El tubo de permetrina a 1000 pesos (5 gramos que alcanzó para aplicárselo al niño solo tres veces), dos pomos de benzoato de bencilo a 700 cada uno, más 300 de mensajería (obligatoria, por supuesto). En total, 2700 pesos, sin contar el detergente, jabón y alcohol que es necesario para desinfectar diariamente la ropa.

Cabe destacar que el benzoato de bencilo no estaba en la lista de medicamentos que promocionan en el grupo de Telegram, y supe por qué inmediatamente cuando los dos pomos que llegaron a mis manos son de Laboratorios Medilip, de producción nacional.  

Dos semanas después me diagnosticaron otitis y volví a repetir el calvario. 500 pesos cada pomo de ciprofloxacina en colirio (de producción nacional), más 300 pesos por la mensajería. La teoría de la espada o la pared: o pagar, o complicarme con una infección. La respuesta, evidentemente, no se piensa dos veces. 

Después de estas anécdotas viene lo verdaderamente importante, el pollo del arroz con pollo, lo que debe preocupar y ocupar. ¿Cuántos padres no tendrán el dinero para comprar un medicamento X porque tienen que elegir entre eso o un paquete de pollo, por ejemplo?¿Cuántos no sentirán impotencia mientras ven a su hijo arrascarse sin parar y solo puedan acudir a remedios caseros o a baños con cuánta hierba exista porque la solución se les va de las manos?

¿Tiene que ser la salud de un niño la que pague las consecuencias de que la producción del estado sea insuficiente, los pocos que se producen son desviados, o en el mejor de los casos, acaparados y revendidos a más de 20 veces su precio original?

Y tristemente, la permetrina, el benzoato de bencilo o la cipro son la punta del iceberg. A este mercado “informal”, casi normalizado, que se nombra “La farmacia” tienen que acudir diabéticos, hipertensos, niños, adultos, ancianos, para comprar desde un antibiótico hasta un blíster de pastillas anticonceptivas, porque, ante una baja o casi nula producción estatal, unos lucran a cuenta de otros. Como diría el refrán “a río revuelto…ganancia de pescadores”.

Y que conste, la tesis de este comentario no es atacar a ese mercado, porque si bien los precios están lejos de la media de la población cubana, los medicamentos están ahí, a la mano y en caso de urgencia, de vida o muerte, se agradece que aparezcan.

Lo que sí se hace necesario es equiparar la balanza, que la falta de medicinas no sea el principal temor cuando un médico da determinado diagnóstico, se acerque una operación u ocurra un accidente. Si es angustiante enfermarse, peor es pensar en no poder pagar el costo.

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