Si el objetivo de esta columna fuera, como se dice por ahí, dar «el palo periodístico»… si lo que buscase el redactor se resumiese en informar antes que tal o más cual, o simplemente informar, créanme, estaríamos perdidos.

De ser así, tendríamos que desarrollar páginas y páginas para decir que el golpe de estado en Birmania es la noticia que estremeció al mundo este lunes, justamente después de que otros, con un «poco» más de dinero, experiencia y oportuno posicionamiento, lo han dicho casi todo.

Habríamos de narrar que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en El Salvador, sigue poniendo muertos aunque la guerra haya acabado y que el presidente de ese país, en lugar de mínimamente dar condolencias, hace ver al FMLN como responsable de un autoataque y lo llama «Partido Moribundo».

Pero no. Lo nuestro, al menos aquí, en este rincón para conspiradores, no es la «despampanancia» informativa de la gran prensa. ¿Se imaginan? ¿Esta columna de media página fajada a mordidas contra The New York Times, AFP, EFE, Telesur, El Comercio, La Jornada, El País?

Lo nuestro son, más bien, las pequeñas cosas. Por eso no solo nos interesa la noticia, sino dónde sale y lo que la acompaña, cómo está dicha, para quién, por qué…

Hoy, mientras el mundo ya medio que olvidó el golpe militar en el sureste asiático o apenas mira de reojo los «nimios» desórdenes centroamericanos, nosotros le damos scroll a la página y nos centramos en la publicidad de Google.

¿Qué cosa, eh? Perderse con la bobería, con lo banal, con las «informaciones» que, para terminar de leerlas, hay que dar cinco veces en el botón «siguiente»  y… le damos, aunque estemos casi seguros de que lo que falta por decir es nada porque, sabemos, lo que es decir… todo se ha dicho e inflado en el titular.

Ese es el peligro precisamente: el titular. No todos, claro. El mundo no va a cambiar porque leas que Jennifer López sin maquillaje es otra cosa –jamás pasarnos eso por la cabeza– o porque te cuenten que un perro trepa el mismo árbol durante tres años y su nuevo dueño casi se cae al descubrir por qué. No, esas tonterías son, digamos, el sedante; digamos también, para abusar del término, son el «atontador» de tontos.

Lo peligroso es cuando la política, compleja de por sí, se intenta sembrar entre superficialidades y, además, lo hace a lo simple, a lo mundano, a lo ya dado por cierto. Hay medios con perfiles informativos no necesariamente afines del todo a las políticas publicitarias de Google.

Hay medios que no están bañados por el gran capital y, aun siendo referentes internacionales en determinado modo de decir, emplean este servicio en su plataforma para buscar facilidades económicas, que terminen contribuyendo a perfeccionar o ampliar un discurso que puede ser contrahegemónico.

Pero, esta vez, Google se las ha jugado. La guerra propagandística en contra de Corea del Norte ha dado un nuevo paso en firme tan solo con el hecho de que en los sitios web de Telesur, Sputnik Mundo y Russia Today, después de leer cualquier contenido, aparezca un titular que promete 12 fotos «tomadas ilegalmente» que «demuestran» por qué Corea no debería ser tu próximo destino de vacaciones.

Por supuesto que las fotos no dicen ni demuestran nada, como tampoco lo hace el texto… pero el mal está. En el mundo de las ojeadas, el titular es ley.

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