A dos mil cuatrocientos ochenta y ocho kilómetros de su Tenerife natal, hay un joven de 18 años que tiene revueltas las pasiones y esperanzas de los aficionados del Fútbol Club Barcelona. Pedro González, o simplemente Pedri, sale al campo provisto de la herramienta más importante que puede tener un futbolista: la rapidez mental.

Su físico no asusta, tampoco su estatura, pero los rivales empiezan a preocuparse cuando el balón está en sus pies y en su cabeza proyecta el próximo movimiento.

Pedri monta el carnaval de Santa Cruz de Tenerife en el campo de fútbol. Danza en el terreno y corre. Corre mucho. Y cuando tiene el balón es capaz de crear jugadas al más puro estilo Barça, al punto de ser comparado con Iniesta. Creció, balón mediante, en un pequeño pueblo llamado Tegueste y con 16 años deslumbró a Pepe Mel.

Hizo pruebas en los diferentes equipos españoles, incluido el Barça, pero parecía estar destinado a un camino más rocambolesco. En 2018, en contra de los sentimientos culés de su abuelo, el chico y su padre viajaron a Madrid para intentar unirse a las filas blancas. Era febrero y nevó en Valdebebas. Pedri se probó tres días jugando con los cadetes, sin embargo, su accionar no trascendió en la casa blanca. Unos meses después firmó con un conjunto de segunda división de la mano de Pepe Mel, quien no se pudo resistir a llevarlo al primer equipo de la UD Las Palmas.

Solo una temporada necesitó para llamar la atención de España y Europa. Hasta de Múnich llamaron preguntando por el joven los campeones de todo ese año. No obstante, su andar ya estaba escrito. Su destino se escribía en catalán.

En Barcelona lo ficharon por alrededor de cinco millones y muchos se preguntaron qué tenía ese chiquillo para llegar al Camp Nou. Pepe Mel ya había advertido que Pedri hacía jugar a todos y lo hemos visto: hace jugar a todos, hace jugar al mismísimo Messi.

Se ha convertido en su socio dentro del campo y le ha devuelto la sonrisa. En el partido contra el Athletic de Bilbao, Messi se abrazó a Pedri como muchas veces lo vimos abrazar a Iniesta o a Xavi. Pedri la pisó de espaldas y le sirvió el gol al capitán, jugada calcada a las de los tiempos del tiki-taka. Para el momento del festejo, ya era imposible no remontarnos a temporadas atrás.

Bien sabemos que a Pedri le falta mucho para llegar a ser Iniesta, pero tiene para ser Pedri, para forjar su camino en un Barça decadente ávido de luces que iluminen su juego.

El canario se está ganando a todos. Ya tiene a Koeman y a Messi de su lado y los números también lo respaldan ante una afición que empieza a seguirlo en serio. Lleva tres goles en lo que va de campaña, uno en Champions y dos en La Liga, así como dos asistencias en el torneo español.

Entre choques de Liga y Champions, las estadísticas de pases y recuperaciones lo acreditan como un jugador capaz de llevar los hilos del juego y, además, dejar su aporte en defensa, dando alrededor de 35 pases buenos por partido y recuperando más de tres pelotas.

Decía Einstein que si al principio la idea no es absurda, entonces no merece la pena. De ser así, está permitido creer que la esperanza este año lleva el dorsal 16 y se esconde en un cuerpo medio escuálido que se adueña de la pelota, porque la esperanza anota, asiste, crea, defiende, desequilibra, se asocia y es comparada con Iniesta. La esperanza, al menos para los culés, parece llamarse Pedri.

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