«No hay epidemia que haya afectado más a los ricos que a los pobres», así titulaba la revista chilena Ciper Académico una entrevista al Doctor en Historia por la Universidad de California Diego Armus, publicada en octubre de 2020.
Ya Armus, en investigaciones precedentes, había visto cómo la tuberculosis en Buenos Aires se vinculaba, incluso, con una clase social, asegura el propio Ciper. Al momento de esta entrevista, las vacunas significaban un sueño anclado en lo posible. Entonces, decía el catedrático argentino:
«Y sí, puede que las vacunas estén en un horizonte no muy lejano, pero cuando lleguen presentarán problemas inmensos de logística y accesibilidad, y con ellos inequidades entre naciones pobres y ricas, y al interior de todas las naciones entre ricos y pobres»


Seis meses después, nos despertamos conociendo que el 97 por ciento de los fondos empleados para desarrollar la vacuna AtraZeneca fueron públicos. No lo decimos solo nosotros. La noticia ha dado la vuelta al mundo y llegado a más personas, quizás, que la propia vacuna antipandémica.
La industria farmacéutica solo puso el tres por ciento o menos de la “plata” y, mire usted, para decirlo en buen y populachero castellano, es quien hoy se forra vendiendo una fórmula que al parecer no es tan suya.
«La mayor parte de los 120 millones de euros invertidos llegaron desde el Gobierno del Reino Unido (45 millones) y la Comisión Europea (30 millones), mientras el resto procedía de entidades también financiadas con fondos públicos (centros de investigación) y fundaciones que apoyan la investigación científica», expone el rotativo español El País.

«¿Quién financió la investigación detrás de la vacuna para el COVID-19 de Oxford-AstraZeneca?»: estudio que desenmascara el financiamiento público detrás de AstraZeneca.

Y dirán que uno siempre está con lo mismo, en contra de que los negocios privados florezcan, mirando con envidia al que «con esfuerzo y sacrificio» –¿se acuerdan del lema?– logra hacer fortuna.
Llegado este punto, uno dice: bueno, si se hicieran más ricos vendiendo pastillas de menta… quizás solo tendrían que luchar contra las inconformidades de los obreros que trabajan en las fábricas de pastillas de menta o contra los que habitan en ambientes deteriorados por los residuos de la producción de pastillas de menta.
Pero no. Hay personas muriéndose por cada minuto que transcurre.

Tomado de DW
Más del 97% del financiamiento de AstraZeneca ha sido público


Y alguien por allá atrás saltará para decir que los ricos también se mueren por la pandemia. Sin embargo –habrá que recordar–, los ricos pueden elegir no exponerse, al tiempo que exigen la exposición constante de quienes tienen que garantizar, precisamente, el derecho de los ricos a la no exposición y el derecho de los ricos a vivir un poco mejor de lo «digno», todo gracias a la nunca bien ponderada plusvalía.
En el análisis que La Izquierda Diario desarrolló a propósito de los nuevos «rumores» en torno a AstraZeneca, encontramos este contrapunteo:
«Mientras Boris Johnson había señalado en privado que la rapidez de la vacuna se debió “por el capitalismo, por la codicia”, y la industria farmacéutica promovió el mismo mensaje en defensa de las patentes y derechos de propiedad, los investigadores que realizaron el estudio no coinciden. “Nuestro estudio muestra que es todo lo contrario: la inversión pública y la colaboración internacional nos dieron las vacunas Covid-19”».
No solo AstraZeneca ha sido bendecida por fondos públicos. Los espacios informativos más importantes del orbe nos han recordado que el gobierno de los Estados Unidos soltó 3.400 millones de euros para el desarrollo, los ensayos clínicos y la producción de la vacuna conocida como Moderna.

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«Y las grandes empresas farmacéuticas haciendo el negocio del siglo con la producción de vacunas y el control monopólico de las patentes, impidiendo que estas se puedan producir de forma masiva», insiste La Izquierda Diario.
Van más de tres millones de muertos en el mundo y más de 868 mil en América Latina y el Caribe, solo a la cuenta del Sars-Cov-2. Los países pobres compran de a buches las dichosas vacunas o no compran y los del poder en ristre explican, muy comprensivos ellos, «que si se liberan las patentes se “desincentiva la inversión privada” de las empresas para desarrollar la investigación».
En lo que palo va y viene, que nadie se espante, las empresas farmacéuticas acumulan, desde el inicio de la pandemia, una ganancia neta de 152 mil millones de dólares, «siendo inmunes a la incertidumbre que ha provocado la eficacia de algunas de sus vacunas contra la Covid-19», nos cuenta el primer párrafo –y este es solo el primero– de un texto publicado por la multinacional informativa Telesur.
El capitalismo, en su apología en torno a lo privado, demuestra que es una estafa y que, cuando no mata, por lo menos permite que muchos mueran… habrá que cuestionarse si en paz.

1 Esta cita ha sido extraída de La Izquierda Diario

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