Pocas veces tienes la extraña satisfacción de que lo inesperado te sorprenda tanto. Llegué a ella sin muchas expectativas, sin embargo, Ma Rainey´s Black Bottom ha sido esa suerte de “milagro a la vuelta de la esquina”; palmas a la lírica desgarrante de un filme singular.
Resulta placentero disfrutar de la actuación final del inolvidable Chadwick Boseman, recordado por sus papeles en Black Panther, 42, Marshall. Con esta película ofrece su último adiós, pues en 2020 fallece de cáncer de colón, padecimiento sufrido en silencio y con una sonrisa; la crítica considera esta actuación como la mejor de su corta carrera.
Ma Rainey´s Black Bottom cuenta también con la fuerza de Viola Davis. Aparece en el rol de otra de las tantas mujeres poderosas interpretadas en largometrajes como The Help, Fences. Incluso la podemos recordar en la serie How to get away with a murder.
Filme incómodo pero necesario
La cinta, basada en la obra de August Wilson y con guion de Rubén Santiago-Hudson, se torna entonces un perfil contemporáneo interesante, muy amargo, el cual registra la situación de la población afroamericana en la década de 1920.
Ma Rainey (Viola Davis) fue una estrella del blues, sus actuaciones atrajeron a una gran audiencia y se obtenían grandes ganancias con sus discos. Los músicos afroamericanos no pasaban de ser meros productos comerciales.

Una narración fluida “hace eco de problemáticas” de violencia racial, injusticias sociales, percibidas a través de traumas y pesares que influyen en la personalidad de los artistas afroamericanos, quienes sobreviven, a pesar de tener el privilegio de hacer música, en un ambiente de constante peligro e infravaloración de su talento.
Su director, George C. Wolfe (The Immortal Life of Henrietta Lacks) no disimula el origen teatral de la historia; el éxito de esta obra minimalista reside en la exaltación de las actuaciones y el texto. Propone un maquiavélico juego en donde el tiempo narrativo alude a otros espacios no relacionados con la progresión lineal que, en apariencia, posee el drama.
Una casi irreconocible Davis ofrece su potencia expresiva, mientras Boseman se despide con una interpretación brutal, de esas que te erizan hasta la médula y te hacen SENTIR, donde resalta toda la fuerza actoral en los minutos de un plano secuencia magistralmente coreografiado.
Boseman en el rol de Levee, un trompetista amante de las mujeres y el alcohol, quien sueña con liderar su propia banda, y esconde, en su interior, debilidades y miserias provenientes de oscuros secretos. Un personaje tan roto, donde el entusiasmo y la desesperación están indisolublemente unidos. Los constantes primeros planos de sus zapatos amarillos anticipan la tragedia de un final inesperado.

Ello acompañado de las actuaciones de los tres músicos negros (Colman Domingo, Glynn Turman y Michael Potts) y los personajes blancos: el consternado manager Irvin (Jeremy Shamos) y el ruin productor del disco Sturdyvant (Jonny Coyne).
La sala donde la banda de Ma Rainey la espera, se convierte en el espacio ideal donde los egos de los músicos confrontan sus deseos reales de trascender la figura de la cantante empoderada.
Producido por el reconocido Denzel Washington y con banda sonora de Branford Marsalis, el largometraje muestra la música como la posibilidad de salir de una situación económica y social deplorable. La música se configura como punto clave en la narración. No solo cataliza emociones y acciones, sino que influye y articula casi toda la trama.
La pantalla se matiza de interiores claustrofóbicos y colores reducidos a cafés, grises, amarillos y verdes. El sudor debido a las altas temperaturas del verano en Chicago potencia la tensión y la emoción vivida.
De igual modo, las teclas del piano, la ingeniería en los detalles de la grabación de un vinilo en esa época y los zapatos, se aprecian en movimientos de cámara los cuales también siguen la recreación de conversaciones e interpretaciones musicales.

Aun si la trama se centra en los estudios de grabación, el espectador puede presenciar escenografías en la ciudad, las cuales le suman riqueza a esta película que revive un pasado y sus problemáticas.
Wolfe no suaviza los trazos gruesos de sus personajes, ni tampoco evita estereotipos; al contrario, los resalta para ofrecer un espacio cinematográfico el cual explore la mirada inquisitiva y mezquina de una clase que exige a las inferiores ser sus bufones.
Ma Rainey ‘s Black Bottom celebra el poder del arte desde una experiencia dolorosa. Retrato desgarrador de la sociedad de la década del 20 desde la visión de los músicos afroamericanos. Bajo los matices y la teatralidad de diálogos magistrales, es sin lugar a dudas, una propuesta incómoda pero necesaria.