El viernes, en algún punto, me había parecido un día tranquilo. Es cierto, habían atacado una vez más los talibanes y matado a 16, pero ese tipo de desarreglos, con sabor a canción repetida, hemos aprendido a normalizarlos. El privilegio de la distancia… debe ser.

Por lo demás, ya les digo… nada nuevo. Se anunciaban lanzamientos de ondas espaciales a la cuenta de élites tercermundistas, se hablaba de nuevos telescopios gigantes, Trump salía con otra de sus malcriadeces, una empresa de tecnologías demandaba a Fox por miles de millones y en Birmania aún resonaban los ecos del golpe de estado, con maestros en la calle.

Y aparecía aquella foto de AFP, en la que los manifestantes intentaban regalar flores a los enfilados escudos antidisturbios de la policía, esa foto quebradora de estereotipos, punzante, que mostraba detrás de los broqueles el rostro de un joven milico, que parecía tener ganas de correr un tanto su cobijo, colar la mano y aceptar la rosa, para colgársela en el pecho. 

Para eso sirven las fotografías –pensé– para recordar que los soldados casi siempre son niños.

Pero en realidad a casi ninguno de nosotros le interesa lo que ocurre en Birmania porque, como quien dice, queda casi en otro mundo, con otro idioma, otra faz… y porque quizás aún haya gente que ni sepa que Birmania existe o dónde. Quizás –también quizás– haya que hablar más de los horizontes poco mediáticos y no esperar a que los«golpes» lleguen.

Sin embargo, todo el mundo –al menos nuestra parte de mundo– sabe dónde queda Chile y el idioma que habla. El viernes parecía un día tranquilo en Chile, pero pasó…

Los matices mediáticos varían. Algunos como BBC y CNN, alineados con la postura de Carabineros, insisten en que los tres disparos del militar fueron en defensa propia, que el interfecto, Francisco Martínez, no tenía casa ni trabajo y se había resistido al control de identidad. Que tenía armas blancas y nada… hubo que emplear las de fuego.

Otros menos amistosos con el poder alegan que Pancho era pacífico, que sus armas no tenían filo siquiera y solo servían para los malabares con que se ganaba la vida en aquella esquina… donde mismo la acabó perdiendo. Que era ilegal buscarse el pan haciendo malabares en la calle y Martínez lo sabía, pero que no encontraba otra manera de comer.

Los Carabineros –cuentan– salieron de inmediato del sitiosin siquiera intentar frenar el tráfico y una enfermera bondadosa que presenció la barbarie intentó reanimar lo «irreanimable».

Después corrió la voz de que un joven de 24 años ya no estaba y se llenaron las calles de aquella ciudad perdida al sur del sur, de nombre casi impronunciable: Panguipulli.

De acuerdo con Página 12, la rabia resultó tanta que acabaron en llamas edificios públicos y los Carabineros volvieron para hacer lo que saben. En tanto, el alcalde de la ciudad decía a los medios que el Pancho era un tipo de paz y se encontraba en situación de calle, «lo lamento».

La investigación profunda anda, insisten las autoridades. El velorio público en las vías, acaecido el domingo, también fue dispersado.

Este lunes, Telesur nos cuenta de otro joven, 27 años, que apareció muerto en su celda tras haber sido apresado eldomingo por Carabineros. «Suicidio», señalan las autoridades, al referirse a las circunstancias extrañas del ahorcamiento en una celda apartada, en la que nada se ve ni se escucha.

«Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas de sangre», dice una proclama de la Coordinadora Paz de Justicia de Chile, publicada el sábado a propósito de la pérdida humana a cuenta de tiros.

Pero la semana arranca, el mundo sigue y la sangre en suelo ya se seca. Por eso, en Brasil el sindicato de profesores de Sao Paulo inicia nueva huelga y cocodrilo gigante de agua salada sale del mar y devora tiburón, ante la pasmada vista de quien había capturado al escualo, enuncian titulares.

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