«¡Tum Tum Tum!», escucho en la puerta de la calle. «¡Buenos días!», grita la joven al ver mi demora. Sin alisarme el pelo aún, salgo corriendo hacia la puerta. Son apenas las 8 am. «Buenos días, ¿cómo se siente?», fueron sus primeras palabras, las de una estudiante que escasamente tiene 20 años. Y así sucede una y otra vez, día tras días, unos minutos antes, unos segundos después, pero como reloj de lunes a viernes, sábado y domingo; Keyli pasa por la casa a preguntar por la salud.
Keyli Luzardo Ramírez es una estudiante de segundo año de medicina, un curso al que llegó pesquisando, pues al igual que muchos, tuvo que culminar su primer año en la Universidad de Ciencias Médicas de manera online, debido a la llegada de la Covid-19.
Ella vive a unas pocas cuadras del barrio al que asiste. Convive con una familia algo extensa, pero muy unida. Sin embargo, su situación no es sencilla. «Mi papá es trabajador por cuenta propia, mi mamá es ama de casa, mi abuela es jubilada y tiene demencia senil, mi hermano trabaja en comercio y yo estudio y pesquiso», comentó un poco preocupada.
¿Y el dinero?
La situación de los estudiantes de medicina durante la pandemia es compleja, pues deben llevar a la par, evaluaciones, nuevos contenidos y la pesquisa diaria; que eso ya roba mucho tiempo. Aunque este trabajo adicional sea en zonas aledañas a sus casas, visitar a las familias, dar parte en los consultorios, volver después de un rato a un hogar que nadie abrió; más que robar tiempo, agota.
A todas estas aparecen los problemas colaterales. Ir a la universidad, aunque sea dos veces a la semana (lo cual incluye transporte y alimentación adicional), comprar paquetes de datos para poder descargar los documentos de las clases online y enviar las evaluaciones, los gastos en necesidades personales básicas; son aspectos de su vida diaria, con los cuales tienen que aprender a lidiar. Pregunta: ¿Cómo? ¿Da la cuenta de la economía familiar?

Sí, como parte de la tarea de reordenamiento monetario hubo un aumento salarial y del estipendio estudiantil (un universitario como mínimo cobra 200 pesos); pero, también subieron los precios de los productos y servicios que se ofertan en centros estatales, sin obviar los costos abusivos y especuladores dispuestos por algunos cuentapropistas, sobre todo en productos de primera necesidad que se encuentran en déficit en las tiendas estatales.
Entonces, la familia de Keyli presenta una situación, quizás, más compleja. Ella asegura no haberle traído ningún beneficio el ordenamiento monetario y estos son sus argumentos: «mi hermano tiene un salario mínimo, mi papá es cuentapropista y no puede ejercer en estos momentos debido a la falta de material, mi mamá es ama de casa, no tiene un salario y se ocupa de mi abuela que presenta demencia senil y la chequera alcanza malamente para los mandados».
Además de los gastos fundamentales de electricidad, aseo personal (doble por la situaciónón con la abuela) y comida, Keyli alude a otras cifras, que, a pesar de ser “colaterales”, repercuten directamente en la economía familiar.
Estoy pesquisando en mi área de salud, de momento no tengo gastos en eso. Pero, asistiendo a mi centro escolar en dependencia de la situaciónón del transporte mensualmente nada más cogiendo guagua gasto 80 pesos al mes, pero siempre no puedo coger ómnibus por las restricciones de la cantidad de personas o cuando salgo tarde porque vivo lejos de la universidad y entonces, tengo que coger carro y ahí si se me van unos 400 pesos al mes eso sin contar el almuerzo y la merienda. Dependo totalmente de lo que me pueda dar mi familia.
Así vive ella, no es la única. Sin embargo, sale todas las mañanas, saca cinco puntos en gran parte de sus evaluaciones, se enamora, baila y canta. Con varios problemas a preocuparse, pero sonríe.
No olvidar que la pandemia ha traído una situación financiera difícil para todos, algunos más que otros, pero la mayoría se ha afectado económicamente y este es un fenómeno que ocurre a nivel mundial. ¿Es complejo? Sí. ¿Tendrá solución? Tal vez. ¿Vendrán tiempos mejores? Esperemos.
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Con una sonrisa de satisfacción, apunta los últimos datos en la libreta. Se aleja con la careta, guantes y doble nasobuco. Dice gracias y pide adiós con la mano. Escucho su voz en la casa siguiente. Cierro la puerta de la calle. Ya la veré mañana.