El pueblo lo siente, prefiere colgar sábanas puras en reflejo a la más genuina virtud de Eusebio. El viento sopla para moverlas. Nuestra bandera también hondea, la misma que Leal siempre llevaba al lado izquierdo de su pecho.
Las calles, plazas y parques quedan desiertos para rendirle homenaje. Sin embargo, se le ve pisar los adoquines con los brazos en la espalada y el uniforme de amante protector de su Habana. Salundado a todos y cada uno de los caminantes. Sujetando su anular, como si entregara en sus palabras su propio espíritu.




Si la vida me desterrara a un rincón de la tierra
Yo te juro que voy a morirme de amor y de ganas
De andar tus calles, tus barrios y tus lugares…”
Foto: Mónica Delgado