Sueños truncados, besos en pausa, tanta ficción en tu narrativa y te quiebra la realidad. La que nos tira al suelo y te empuja al cielo.
Por: Yordany Lugo López.

La muerte muchas veces te arroja al precipicio. Te empuja con demasiada premura. Apenas 35 años tenía el mejor remero de la historia de Cuba, cuando partió en busca de la gloria espiritual. Brazada a brazada, de Texas a Caimanera su alma surca el mar tan azul y oscuro.
Más de noventa millas viajó para reinventarse, para ayudar a su familia, la misma maldita distancia que lo aleja ahora de su pueblo. El dolor se multiplica cuando no despides físicamente a quien amas. La realidad de tantos migrantes, de silencios y de lágrimas congeladas en la red. Te hiciste Ángel por partida doble.
Dejas a tus retoños con tu esposa, no pudiste disfrutar la paternidad a plenitud. Seguro estoy que hubieses cambiado todas tus medallas por verlos crecer. Tanta gloria y sacrificio condenada a una inmortalidad prematura. Oros en Centroamericanos, Panamericanos y metales plateados en Campeonatos del Mundo labran tu camino de orfebre. Negro, oriental, humilde, eras embajador de cubanía y muestra palpable de la masificación deportiva y la ruptura de estereotipos en la Cuba revolucionaria.
Hoy me cuesta conjugarte en pasado, todavía quiero verte en el bote. Remaste tantas veces contracorriente, pero nunca te rendías. Caballero que arremetía contra molinos de viento. Algo tan cubano, la locura de ser necio. En el 2019 tu corazón daba avisos, preludios espantosos. Llegaste a finales olímpicas, aunque el Olimpo lo alcanzas después de la muerte.
Sueños truncados, besos en pausa, tanta ficción en tu narrativa y te quiebra la realidad. La que nos tira al suelo y te empuja al cielo. Ahora, cada vez que llueva, sé que con tu remo vas a inseminar nubes, tus lágrimas serán semillas de vida.