Resiliencia es una palabra de moda por estos tiempos. Puede definir un estilo de vida del cual muchas veces sin darnos cuenta participamos. Ser resiliente es más que adaptarse a los cambios mientras la vida discurre, aceptándolos de manera tácita y sin cuestionamientos.

Resiliencia es una manera de vivir a la que obliga la sociedad moderna. Cada lustro significa un cambio radical en la vida del hombre al punto de que la brecha entre las generaciones de jóvenes de los 80 y sus hijos, los adolescentes y jóvenes de hoy resulta abismal.

Cambios climáticos, demográficos, políticos y económicos mueven la sociedad de manera incesante y, como plantea la teoría de la selección natural solo los individuos que se adaptan sobreviven y transmiten sus genes a sus descendientes. Algo similar sucede con el hombre moderno tras milenios de evolución, solo que ahora la adaptación no consiste en erguirse para alcanza los frutos, sino a cuanta agilidad se tiene en los pulgares para escribir en un smartphone, a las habilidades en redes sociales o simplemente en el posicionamiento en la web que se tenga.

Pero por suerte no todo se basa en el mundo digital, la resiliencia está también en la manera de asumir los retos que la vida diaria presenta y la manera de sortear escollos que harían flaquear a cualquiera. Significa asumir el reto de encontrar soluciones creativas a los problemas comunes o no; pero que a fuerza de costumbre pueden tornarse imposibles para muchos y quedar en las categorías de quimeras hasta que llega alguien y rompe el mito.

Adaptarnos es casi un mantra para los cubanos. Pero esto no implica pasividad ni mucho menos resignación.

El cubano, un espécimen en constante adaptación

El mundo habla de la alegría y capacidad de adaptación del cubano, de nuestra manera de embromar con las cuestiones mas serias cuando estamos a punto de echarnos a llorar. El cubano, como pueblo es una especie adaptada a la constante readaptación, al reordenamiento natural o no de las cosas. Al éxito o fracaso de nuevas condiciones en las que muchas veces solo queda adaptarse o resignarse y esperar la caída de un meteorito que nos extinga como a los dinosaurios.

Cada nueva situación al límite se convierte en parte del estilo de vida de los cubanos. Hace un año muchos adquirimos el don de la ubicuidad. Mientras están en su puesto de trabajo, en otra dimensión no paralela siguen el curso de una cola interminable para comprar alimentos o aseo de primera necesidad. Esta adaptación podría romper con varías teorías de la física cuántica pero aquí cada día miles de personas lo logran.

Nos hemos adaptado a las dietas del momento lo que aparezca y podamos comprar. Nuestro organismo ha aprendido a ser resiliente y mientras el mundo se debate entre el pollo de corral y pollos hormonados, nosotros nos burlamos de esas hormonas y las quemamos con risa, si algún día alguien se encuentra una cresta de eso nos reiremos también.

Más allá de chistes y la jocosidad conque asumimos cada reto la capacidad del cubano para readaptarse y reinventarse de la nada es lo que más impresiona. No creemos en bloqueos pues siempre hay alternativas. No creemos en repudios pues siempre donde haya un cubano con ganas de trabajar hay un viso de prosperidad, entonces si reflexiono y pienso en nuestra historia de apenas 500 años solo puedo llegar a la conclusión de que ser cubano es ser resiliente y más aún un estilo de vida que llevamos grabado a fuego en las venas.

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