Por: Thalía Fuentes Puebla

Este domingo, mientras aviones y buques de guerra israelíes bombardeaban intensamente diversos vecindarios e inmediaciones de hospitales en la Franja de Gaza, a más de 10 000 kilómetros de ese punto en la geografía, Karam Harara, estudiante palestino de cuarto año de la facultad Manuel Fajardo de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, respondía algunas preguntas vía WhatsApp a una periodista que sabe que los libros sobre el cerco de Israel a Palestina parecen juegos de niños cuando cuenta la historia alguien que ha vivido toda una vida entre sangre, dolor y muerte.

“Nunca fue un conflicto”, responde categóricamente el estudiante de medicina.  “Hablamos de una ocupación sangrienta y usurpadora de nuestra  tierra que no comenzó el día 7 de octubre de 2023, sino que se remonta a más de 75 años”, explica el joven a Qva en Directo.

Aunque el sueño de Harara siempre fue la medicina, estudiar esa carrera era una utopía en Gaza, una región asediada y con una crítica situación económica. “Había sufrido mucho hasta que me llegó la beca, una de las 200 dadas por el pueblo cubano al palestino. Demoré más de un mes para hacer los papeles y cuatro días en el viaje, pasando por Egipto porque Gaza no tiene aeropuertos. Llegué a este país en el 2019”, cuenta el estudiante, quien no deja de agradecer la ayuda a su nación de la mayor de las Antillas, un pueblo hermano que siempre ha brindado la mano a pesar de las dificultades derivadas del bloqueo económico al que están sometidos.

La vida de Karam Harara no ha sido fácil, ni la de las más de 4 millones de personas que viven en Palestina. “Han sido largos años de sufrimiento, matanzas, desplazamientos y limpieza étnica. No se ha detenido ni un solo día. Los signos de la ocupación son claros en todas partes del país, incluso si no hay bombardeos: la situación económica, la escasez de alimentos, la dificultad para moverse dentro de la ciudad…”

Vivo en Gaza, la prisión más grande del mundo, añade mientras recuerda que no ha trascurrido ni un mes sin bombardeos y sangre. “Nuestro pueblo tiene derecho de defenderse de esos crímenes”, enfatiza.

Toda su gente está allá, una familia extensa de más de mil miembros a la cuál le ha pasado factura tantos años de ocupación.

“La historia de mi familia está llena de mártires que han sacrificado todo por nuestra tierra. Por ejemplo, en 2016 mataron a mi tía con sus cuatro hijos. Vivían al frente de nuestra casa. En esa guerra, desde el 2005 hasta el 2022, han asesinado a 20 primos. Mi abuela falleció porque no pudo acceder a los medicamentos que necesitaba: tuvo un infarto y tomaba anticoagulantes y anti plaquetarios, y luego, en un segundo ataque, el servicio de salud estaba colapsado y no la pudieron atender”. 

El joven no puede describir lo que siente en estos momentos estando lejos, pero cerca. A la mente le llegan algunas palabras: ansiedad, tristeza, impotencia, preocupación, venganza. “Estamos sufriendo por cada bombardeo, por cada noticia, por el miedo de perder a alguien más. Nuestros corazones, mentes y almas están con ellos”.

En medio de la angustia no los abandona la fe y el deseo de seguir adelante con sus carreras, y así, poder ayudar a su familia y su pueblo. No fue al azar que eligió la medicina; además de gustarle, el principal motivo es por ser hijo de un pueblo herido, que ha dado mucha sangre a lo largo de la historia.

Después de la medicina general, desea especializarse en cirugía porque sabe que su pueblo no muere por enfermedades, ni por la vejez, sino porque les roban sus vidas y sueños. “La gente muere por bombas, por falta de recursos, por esa ocupación sionista. La medicina es una vía para poder salvarlos”.

No obstante, si preguntas por la solución, solo existe una respuesta para Karam Harara: “tener una Palestina libre; la única solución es la libertad”.

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